VÍDEO NACIONAL. Ex-narco: ‘Pagamos cupos a Humala’

Desde 2006, Antonio Mori narra una historia no contada sobre el candidato en su paso por Madre Mía que presentamos en esta edición

jueves, 02 junio 2011



Antonio Mori Sandoval (54), natural de Rupa Rupa, Huánuco, trabaja eventualmente como obrero de construcción civil, taxista y otros oficios que le permitan ganarse la vida. “Todo por la legal”, asegura. Hasta hace unos meses se dedicaba a soldar los refuerzos del deteriorado puente Balta. Desde que acabó dicha obra, en diciembre último, se ‘cachuelea’ de distintas maneras. Aunque reside desde hace mucho en el Callao, se la pasa añorando Tingo María, “la tierra de la bella durmiente y de los hombres valientes”, como le gusta apuntar cada vez que se menciona la ciudad en la que creció y vivió su primera juventud.

Sus afables maneras, su carácter risueño y el tesón que pone para sacar adelante a los suyos ocultan bien un pasado tenebroso que se percibe a la perfección cuando se llega a saber el apelativo con que lo conocen, más que por su propio nombre, en Tingo María: ‘Cazador’.

Desde el 2006, Mori Sandoval viene repitiendo, casi sin alteración alguna, la misma historia. En 1992 le pagó en cuatro oportunidades cupos al hoy candidato presidencial por Gana Perú, Ollanta Humala Tasso, para “levantar” vuelos en la pista de aterrizaje ubicada en el kilómetro 19 de la carretera Marginal de la Selva.

“En ese tiempo (1992), cuatro veces hice pagos en (la base de) Madre Mía a un capitán que le decían el capitán ‘Carlos’ (…) Yo, personalmente, le he entregado en dos oportunidades 10 mil (10,000) dólares. O sea, serían 20 mil (20,000 dólares). Y por dos vuelos más el ‘transe’ ya lo había hecho con él (diez mil dólares por cada oportunidad). Entonces dejé la plata ahí (en la base)”.

A pesar de que muchos de sus partidarios y simpatizantes lo nieguen o prefieran olvidarlo, no hay duda de que el candidato presidencial por el movimiento Gana Perú, Ollanta Humala Tasso, usó el apelativo de ‘Carlos’ mientras comandó la Base Contrasubversiva de Madre Mía a comienzos de los 90. Hasta el propio Humala ha tenido que reconocer que usó el mencionado seudónimo mientras servía en dicha instalación militar en el año 92. La abundancia de testimonios que lo sindicaban, así como fotografías y documentos clave (su hoja de servicios, por ejemplo), lo obligaron a realizar esta tardía confesión ante el tribunal que lo juzgaba por violación de derechos humanos.

Si bien el Poder Judicial lo absolvió de estas gravísimas acusaciones, argumentando que algunas versiones eran contradictorias y que varios testigos terminaron retractándose, hoy debe responder por una imputación no menos grave: obstrucción de la justicia por la compra de testimonios y, de comprobarse plenamente las declaraciones de Mori Sandoval, de haber recibido dinero del narcotráfico.

EL KILÓMETRO 19

Mori Sandoval asegura que por aquel entonces trabajaba para una banda dedicada al tráfico ilícito de drogas que operaba en la zona de Huipoca (provincia de Padre Abad, Ucayali). “La firma era de un tal Julio Campos López, conocido como ‘Peaje’. A ‘Peaje’ lo mataron en el 93 los compañeros (miembros de Sendero Luminoso). Yo comencé a trabajar con él allá por el 90 o el 91. Por esa época, todo el mundo se dedicaba al tráfico. Por esa época no había otra cosa más para hacer. Era eso o nada. Yo trabajé con ‘Peaje’ y llegué a ser uno de sus hombres de confianza. Me encargaba de hacer los arreglos con la Policía y con el Ejército, y otras cositas. En ese tiempo todo eran arreglos para que nos dejaran trabajar”, afirma.

Lo que recuerdo es que el primer vuelo que levantamos fue en Huipoca, en el mismo pueblo. Mandamos a Colombia unos 800 kilos en un avioncito chiquito porque no podía entrar uno más grande, es que la pista era chica. Y de ahí ya operábamos en el Boquerón (del Padre Abad, Ucayali) antes de llegar al Aguaytía. Esa zona era conocida como Puente Largo. Ahí las avionetas aterrizaban en la misma pista. (…) Nosotros cerrábamos la pista en ambos lados y los pajaritos (avionetas) aterrizaban. En esa época, la misma Policía nos daba armamentos para proteger el vuelo. Nosotros le pagábamos cupos a la Policía para que no nos molestara. (…) Cuando el tiempo estaba malo, nosotros bajábamos hacia Aucayacu, ya por la carretera Marginal.

Mori Sandoval asegura que la pista del kilómetro 19 era usada por la firma de ‘Peaje’ y por otras para “levantar” vuelos con pasta básica de cocaína hacia Colombia y que, incluso, su mantenimiento era realizado y pagado por estas organizaciones. En ese entonces, dicho tramo de la Marginal estaba sin asfaltar. Tan solo se hallaba afirmado.

Esta versión ha sido corroborada por varios soldados que sirvieron en la base de Madre Mía y cuyos testimonios hemos podido recoger. Además, los partes e informes policiales de la época a los que se ha tenido acceso confirman esta versión. En el Informe N° 16-JP-PNP-LP-DDA, firmado por el capitán PNP Marco Viñas Maro y fechado el 28 de octubre de 1994, se lee: “Entre los kms. 09, 16, 18 y 19 de la Carretera Marginal –Aucayacu-Tocache– y los kms. 07 al 15 aprox. (sic), entre las localidades de Río Frío y Anda, la vía presenta rellenado de huecos y baches, corte de vegetación y otros arreglos de la misma realizados por personas no identificadas, quienes de esta manera facilitan probables aterrizajes en forma clandestina de avionetas utilizadas para el tráfico ilícito de drogas”.

El informe citado cuenta con diversas fotografías en las que se puede ver el estado de las pistas. La pista del kilómetro 19, la cual se halla a escasa distancia de la base de Madre Mía, también es mencionada en el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR). En el TOMO V, Capítulo 2: Historias representativas de la violencia, se señala: “En lo que muy pocos repararon entonces es que no era mera coincidencia que la mayoría de las bases contrasubversivas emplazadas en el Alto Huallaga, como Saposoa, Bellavista, Barranca, Punta Arenas, Sión, Pizana, Bambamarca, Uchiza, Nuevo Progreso, Aucayacu y Monzón, entre otras, se hallaban muy cerca de pistas clandestinas que recién comenzaron a ser dinamitadas desde fines de 1992 y durante 1993.

A inicios de 1993 existían 18 pistas clandestinas utilizadas por el narcotráfico que estaban emplazadas cerca de una base contrasubversiva en el Huallaga:

Pista Convento
(BCS 30 Tarapoto)
Pista Saposoa
(BCS Saposoa)
Pista Sacanche
(BCS Bellavista)
Pista Barranca
(BCS Barranca)
Pista Santa Bárbara
(BCS Huicungo)
Pista Campanilla
(BCS Punta Arenas)
Pista Sión
(BCS Sión)
Pistas Pólvora y Tanata
(BCS Pto Pizana)
Pista Cañuto
(BCS Bambamarca)
Pista Uchiza
(BCS Uchiza)
Pista Progreso
(BCS Nuevo Progreso)
Pistas km 19 y km 8
(BCS Aucayacu)
Pistas Cachicoto, Tantamayo y Maravillas
(BCS Monzón)
Pista Agua blanca
(BCS 313 Tingo María)”
(CVR. Tomo V. p. 763)

NARCOTRÁFICO Y CORRUPCIÓN. 

Efectivamente, como indica el informe de la CVR, a comienzos de los 90, el Huallaga no solo se desangraba por el despiadado accionar de Sendero Luminoso y la descontrolada labor represiva de las fuerzas del orden. También sufría por el auge del narcotráfico y la proliferación de firmas dedicadas a la elaboración y comercialización de pasta básica de cocaína.

En medio de semejante escenario, Alberto Fujimori promulga el DS 137-91-PCM, el cual “dio ‘luz verde’ a la participación de las Fuerzas Armadas en la lucha antinarcóticos”. Para ese entonces, la presencia del Ejército en esta región era sumamente reciente. El Frente Huallaga se creó en 1989 bajo el férreo y polémico liderazgo del general EP Alberto Arciniega. La estrategia consistió en una mayor presencia militar en el área. Para ello se construyeron numerosas bases contrasubversivas, se potenció la labor de Inteligencia y se efectuaron operativos selectivos para identificar, detener o eliminar a mandos subversivos. Además, el Ejército buscó ganarse la aceptación de la población evitando señalar a los campesinos cocaleros como miembros de la cadena del tráfico de drogas. La idea era romper la alianza tácita que existía entre el narcotráfico y Sendero Luminoso.

En 1991, sin embargo, el Ejército –que ya era controlado por Vladimiro Montesinos y por Hermoza Ríos– entró en una profunda espiral de corrupción auspiciada por los altos mandos de este instituto armado y por los capos de las organizaciones dedicadas al TID. “Entre 1990 y 1992, la corrosión del narcotráfico alcanzó a numerosos miembros del Ejército. En Uchiza, lugar donde la Policía fue expulsada por la subversión en 1989, el Ejército había asumido el control total, al punto que, incluso, “arbitraba las actividades de narcotráfico y repartía los cupos” (CVR. Tomo V. p. 762).

Como indican los testimonios recogidos por la CVR y la relación de acusaciones por narcotráfico que se hiciera a miembros del Ejército entre 1992 y 1996, el cubro de cupos y la protección a los vuelos que transportaban droga a Colombia era más la regla que la excepción. Así se evidenció cuando “en 1994, el capitán de Caballería Gilmar Valdivieso Rejas, apodado ‘Cienfuegos’, hizo abandono de destino y se presentó ante la Subcomisión de Narcotráfico del Congreso Constituyente, que presidía Julio Castro Gómez, para denunciar la colusión de ciertos oficiales del Ejército con el narcotráfico. (…) Valdivieso Rejas fue el primero en denunciar cómo se hacían los famosos ‘arreglos’ en las bases militares (…). Por cada vuelo se pagaban 10 mil dólares y todos los arreglos eran directamente con el comandante (Nájar Acosta). Los narcos ingresaban a la base de Tocache como si fuera su casa. También denunció que, en Uchiza, el capitán Delgado, jefe de la base militar, alquilaba armamento a las ‘firmas’ para dar seguridad a sus vuelos. Todas estas bases contrasubversivas no recibían abastecimiento de víveres por parte del Ejército pues estos los pagaban las ‘firmas’ de narcotraficantes, como quedó en claro durante el juicio al general EP Jaime Ríos Araico, quien tuvo que aceptar que existió un pacto en este sentido, pero no directamente con el narcotráfico, sino a través de las autoridades locales, según afirmó durante ese proceso”. (CVR. Tomo V. p. 767).

EN MADRE MÍA SE RESGUARDABAN PISTAS. 

Estos hechos se confirman con los testimonios recogidos entre soldados que sirvieron en la base de Madre Mía, quienes aseguran categóricamente que el entonces capitán ‘Carlos’ cobraba cupos a cambio de mandarlos a resguardar vuelos al kilómetro 19 de la Marginal de la Selva.

Así lo sostiene el licenciado del EP Jack Marín Campos: “Nos llamaban 15, 20 personas. Muchachos, nos vamos a ganar una propina, nos decía un sargento, gente de confianza del capitán ‘Carlos’, pues. Salimos y llega una camioneta y nos meten por una trocha y nos vamos y nos pusimos a cargar unos sacos (…) Y, ahí, un compañero me dice que estábamos resguardando un vuelo. El capitán ‘Carlos’ mandaba la seguridad y nos hacían cerrar los pases para que no pasaran los autos y ahí entraba la avioneta. Así de noche entraba la avioneta (…). Ponían antorchas en tachos de pintura, le ponían trapos con aceite y gasolina en los costados y así entraba la avioneta. Eso era en el kilómetro 19 de la Marginal, una recta por Ramal. Yo, personalmente, he resguardado unos tres, cuatro vuelos. A veces nos daban propina de cincuenta dólares o a veces nos llevaban a comer al pueblo. Y ahí contentos íbamos, pues, porque nos daban a escoger. Pedíamos nuestro lomo saltado, lo que queríamos. Solo así probamos carne, porque puro atún nomás era. No sé cuánto le pagaban al capitán, pero el cobraba. Yo solo he visto sobre su mesa que eran unos fajos en dólares”.

Deyvik Fasanando Tenazoa asegura que solo resguardó un vuelo durante su estancia en la base, entre enero y febrero del 92. “Cuando nosotros llegamos como a las cinco y media de la tarde (a la base de Madre Mía), nos dicen al personal del teniente Bryan lo necesitábamos. Alistarse. Nosotros pensamos que iríamos a patrullar…. Pero nos hicieron subir a los carros del narcotráfico. (La orden la dio) el capitán ‘Carlos’. Nos dijeron subirse al carro. Nos decía el capitán: ‘Ustedes, muchachos, se van a hacer un trabajo. Ese trabajo tienen que cumplirme tal como yo quiero’. Entonces nosotros subíamos al carro. El carro con la merca, con carga (droga), y entonces salía un carro con soldados delante, otro carro atrás con (más) soldados. Y el carro con la carga se iba con los sicarios del narcotráfico. (Pero) en el momento de hacer el trabajo estábamos todos mezclados. Fuimos a la (pista) del 19. Y no solo esa había. Habían muchas: la de Auca, la de Tocache, más abajo, la Ganadería. Todas las pistas estaban sobre la marginal. (…) Me dieron 50 dólares de propina. El que pagó fue el teniente Bryan, quien recibió del capitán ‘Carlos’”.

George Sajami Chujutalli confirma que la propina que les daban era de 50 dólares. Jamás lo podrá olvidar pues esa lección la aprendió como otras tantas en el Ejército: con sangre. Sajami Chujutalli sostiene que, tras realizar uno de esos “resguardos”, sufrió las consecuencias por pedir una propina mayor a la acostumbrada. “Los narcotraficantes iban a solicitarle el apoyo y le soltaban el dinero. Y no sé cuánto le soltaban, pero era una buena cantidad. Ahí es donde yo me acerco a pedirle cien (100) dólares. Capitán, dame cien (100) dólares, le digo. ¿Cómo cien (100)?, me dice. Yo me emocioné mirando buena cantidad de dinero y (el capitán ‘Carlos’) nos da 50 dólares no más. (Así que) yo le pedí cien (100), pues. Y ahí es que me da con la cacha de la pistola acá (agacha la cabeza y señala una cicatriz en el cráneo). Con su cacha de la pistola me ha dado. Toda la cabeza, tengo la herida ahí (y se vuelve a tocar la cabeza). Esa herida es imborrable”, asegura.

Aparentemente, esa no es la única herida que no cierra del todo tras el paso de Ollanta Humala o del capitán ‘Carlos’ por la Base Contrasubversiva de Madre Mía.

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