NACIONAL. Un aroma con nombre: vida y obras del hombre detrás del café Tunki

En la selva de Puno, Wilson Sucaticona ha logrado una producción de café orgánico y de calidad que está entre los mejores del mundo

Sábado 04 de junio de 2011


Wilson Sucaticona es hoy una celebridad de la producción cafetalera. Solo hace un año su nombre no se hubiera conocido si el café que él produce en el valle de Sandia en Puno no hubiera ganado el reconocimiento de ser el mejor en el concurso mundial organizado por la Asociación Americana de Cafés Especiales (SCAA) que reunió las muestras más aromáticas de granos de cafés de 25 países.

Con aquella feliz noticia aparecieron sus entrevistas y fotografías en diarios y revistas y un equipo de la televisión lo visitó en su casa para saber cómo vivía y trabajaba. También un banco compró buena cantidad de su café para regalarlo a sus clientes y se filmó un comercial en el que se ve a Wilson en un día cualquiera en Bajo Tunquimayo, una tierra privilegiada por la naturaleza, a 1.650 metros de altitud.

Es un hombre delgado que conversa con una voz muy débil, pero que suele terminar en una sonrisa tímida y en una mirada que se pregunta si habrá dicho lo que uno ha querido escuchar.

En esta primera semana de junio, Wilson ha estado en Lima para participar en un conversatorio por el Día del Medio Ambiente. Pero un caficultor lejos de sus plantas puede parecer perdido en un salón con varias mesas, dos pantallas grandes y público que aplaude. Luce confundido sobre dónde sentarse aunque hay un cartel en la mesa principal que lleva su nombre.

Antes que Wilson, dos expositores hablan durante una hora sobre las dificultades del negocio cafetalero, de nuevos modelos en la cadena que aseguren más ingresos, y de cómo manejar responsablemente una finca. Mientras tanto, el caficultor que es ejemplo de todo lo dicho solo tiene en su mesa un vaso con agua.

Cuando le indican que es su turno de hablar, Wilson deja su silla y en ese instante suena su teléfono celular. Se vuelve a sentar para contestar la llamada. Parece ser que no puede dejarla para después. Alguien en el público ríe y comenta: “Debe estar cerrando un contrato”.

HIJO DEL CAFÉ

Wilson Sucaticona había ganado en los años 2008 y 2009 el Concurso Nacional de Café, pero ha sido recién con su gran reconocimiento internacional, que el año pasado su quintal de café pasó a ser vendido en 1.000 dólares. Cada quintal equivale a 46 kilos.

Este año todavía no sabe qué precio podrá alcanzar porque su cosecha recién comenzará en los próximos días. Pero de todas maneras confía en que será mayor. Hasta noviembre con sus tres hectáreas producirá más de 75 quintales que, como ha sucedido hasta hoy, deberá trasladar en sacos, cargados en el hombro o sobre una carretilla, y caminando durante tres horas para llegar al local de la Central de Cooperativas Agrarias Cafetaleras de los Valles de Sandia (Cecovasa) en el distrito de San Pedro de Putina Punco. Desde allí su café se vende con la marca Tunki (nombre del gallito de las rocas). Pero hay otros productores vecinos que para llegar al mismo centro de acopio deben viajar hasta diez horas. Esta es una zona muy rica en la producción de café, pero no cuenta con un servicio de calidad para atender problemas de salud. “Si alguno de nosotros se accidenta, el hospital más cercano está en Juliaca [a 20 horas de distancia]”, dice Wilson, a quien las autoridades en un reportaje de TV le prometieron un monumento. El ofrecimiento no se ha cumplido.

Todos los días desde las cuatro de la mañana Wilson Sucaticona está despierto y listo para salir a revisar sus plantas, tal como lo hacían su abuelo y su padre, de quienes aprendió a trabajar los cultivos. Pero la calidad de su café, de fragancia cítrica y sabor a chocolate, les debe mucho –además de las condiciones de la tierra y el clima– a las capacitaciones que él ha recibido para mejorar el lavado, la fermentación y el secado del grano. Su café cuenta con las certificaciones orgánica y de comercio justo, además del sello Rainforest Alliance, que asegura que su producción no atenta contra el medio ambiente.

Wilson Sucaticona cultiva cinco variedades de café arábica y una de ellas lleva su nombre. La paciencia y la fe son las compañeras de un agricultor de café porque cada nueva planta sembrada en sus parcelas dará sus primeros frutos recién en el quinto año. Aunque solo tenga tres hectáreas por ahora, con mejoras técnicas su producción y calidad será mayor. Por eso lanzará pronto su propia marca Tunkimayo y aunque solo ha conversado personalmente con Gastón Acurio durante la feria Mistura del año pasado, conoce de su interés por contar con él en el nuevo concepto del restaurante Astrid & Gastón, donde los productores tendrán contacto con los clientes.

El conversatorio por el Día del Medio Ambiente, organizado por ÁDEX y la Embajada de Estados Unidos, termina y Wilson Sucaticona es abordado por personas interesadas en reunirse con él, quizá plantearle un negocio; le piden su teléfono, le entregan tarjetas. Un grupo de estudiantes le pide tomarse una foto. Él intenta sonreír.

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